Bancos sistémicos
Enrique Marshall Director MBMF PUCV, exvicepresidente del Banco Central
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Enrique Marshall
La Comisión para el Mercado Financiero (CMF) ha puesto en consulta la primera norma sobre Basilea III, que versa sobre los cargos de capital para los bancos sistémicos. Es una buena noticia, porque da cuenta de que la incorporación de la exSuperintendencia de Bancos e Instituciones Financieras a la CMF procede con perfecta normalidad.
La norma divulgada refleja, además, un trabajo muy serio de parte de la CMF. Con todo, como se ha abierto un proceso de consulta pública, me permito formular algunas observaciones con espíritu constructivo.
Primero, el país no parte de cero en esta materia. Tenemos experiencia, incluso mayor que muchas economías avanzadas. Hace dos décadas se introdujeron regulaciones de similar naturaleza, las que han permanecido vigentes y se han aplicado en varias oportunidades. Esa experiencia aporta luces sobre cómo proceder ahora. Quizás la principal es que las decisiones deben ir acompañadas de una buena dosis de prudencia, para no provocar disrupciones en el mercado.
Segundo, desde la perspectiva del buen funcionamiento de la economía, el principal riesgo es que los cargos resulten excesivos. Los bancos que aparecen grandes en Chile son pequeños en el mundo, simplemente por el tamaño de nuestra economía. Ello obliga a ubicar las cosas en perspectiva. El país necesita de bancos de cierta envergadura para atender bien sus necesidades. Ello supone entidades que puedan aprovechar las economías de escala y ámbito, y asumir los desafíos de la globalización y la transformación digital. Por tanto, se debe evitar penalizar excesivamente a bancos que se ubican en rangos intermedios, como son muchos de los catalogados como sistémicos. Los cargos deberían tornarse exigentes sólo para bancos efectivamente grandes, como lo definía la norma vigente hasta ahora.
Tercero, la normativa debe ponderar adecuadamente varias circunstancias especiales presentes en nuestro país: la disponibilidad de crédito y otros servicios desde el exterior; el tamaño del mercado de valores a nivel local; y la oferta proveniente de operadores no bancarios. Todo ello introduce legítimas preguntas sobre cuál es el mercado relevante para considerar el grado de criticidad de los bancos. Además, varios de ellos son filiales de entidades globales, sometidos a regulaciones en sus casas matrices, lo que genera complejidades adicionales.
Cuarto, los cargos de capital son eficientes para mitigar los riesgos de crédito y de mercado. Sin embargo, no lo son para reducir los riesgos asociados a las transacciones, que tienen que ver con la fortaleza de las plataformas tecnológicas y los sistemas operacionales. Si se busca asegurar el normal funcionamiento de los pagos, la recomendación es ejercer acciones de regulación y fiscalización bastante más focalizadas en esos aspectos.
Por cierto, el desafío no es simple. La mejor estrategia es avanzar con prudencia y reducir el riesgo de incurrir en excesos regulatorios.